GAL | ESP
Artículo publicado en la revista
Armar la ciudad, n.º 25
editada por el Instituto del Conurbano
de la Universidad Nacional de General Sarmiento
(Gran Buenos Aires, noviembre de 2022)
* El texto publicado es una versión resumida por el equipo editorial de la revista
Iago Carro / Ergosfera, abril de 2021

- - ¿Qué nos impide reconocer que, lejos de ser inútiles, algunos o muchos de estos espacios se han convertido en lugares, en espacios urbanos útiles en sí mismos, a veces, casi en equipamientos?
- - ¿Qué pasaría si priorizamos la valoración de sus cualidades desde el presente, en lugar de desde el pasado, que es lo que implica definirlos como desechos o ruinas, o desde el futuro, que es lo que representa identificarlos como inacabados?
- - ¿Por qué no aceptar que, a partir de un determinado punto, sus usos informales, humanos y no humanos, pueden adquirir una legitimidad suficiente como para ya no poder ser pensados como espacios vacíos o abandonados?
- - ¿Qué tiene más peso en sus efectos prácticos, su condición de externalidades funcionales al capitalismo inmobiliario, o la de fisuras o elementos de "autoprotección" para la propia sociedad ante nuestros delirios de control total?
- - ¿Podemos hacer que surjan estos espacios? ¿Es posible diseñar, por ejemplo, las condiciones urbanísticas y el estado material previo a la posibilidad de imaginar el Campo de Cebada [6]? ¿En qué clase de formato laboral cabría dibujar el plano y redactar la memoria estratégica de paralización de cualquier espacio bajo el pretexto urbanístico o jurídico que asegure un proceso más largo? ¿Podemos liberar a las herramientas técnicas de su función original, como hace Forensic Architecture [7], para estudiar qué cualidades urbanas, formales, materiales y legales son las que determinan la aparición de sus usos? ¿Llegaría con reconocer y describir sus lógicas para poder reproducir sus condiciones en otros lugares? ¿Cuál es el punto de equilibrio óptimo entre la ciudad formal y la informal?, es decir, ¿qué cantidad o proporción de estos lugares puede asumir un territorio sin disminuir su habitabilidad general?
- - ¿Podemos hacer que se usen más cuando surjan? ¿Quién podría promover una política racional y selectiva de no actuación junto con el fomento de intervenciones blandas que solo abran más posibilidades sociales? ¿Nos imaginamos diseñando aperturas mínimas o abriendo directamente grietas en los cierres más inexpugnables hasta que los usos las descubran? ¿Cómo convencemos a las administraciones de la necesidad de introducir cambios en las normativas para que el miedo y el cierre total no sean las únicas lógicas que guíen su modelo de acción en torno a estos lugares?
- - ¿Podemos intervenir sobre ellos sin introducir ninguna forma de captura? ¿Sería viable imitar a Gilles Clément con sus jardines y diseñar protocolos de acompañamiento de estructuras y ruinas en su proceso de degradación para simplemente eliminar riesgos y garantizar una mínima seguridad sin dejar huella ni influir lo más mínimo en sus usos? ¿Es posible evaluar cada caso según sus beneficios sociales, como se hizo en Can Batlló [8], o determinar en cuáles de ellos las condiciones urbanas aseguran una situación de contigüidad no invasiva, de máxima posibilidad de convivencia con lo incivilizado, sin que esto implique, ni su integración, ni la eliminación total de las posibilidades de uso de aquellos menos valorados por la técnica?